viernes, 9 de junio de 2017

Eterno y dorado



Tus abrazos eran sinceros y podían vencer a cualquier Yago en mi interior
Y tu música era exacta como tu corazón
perfecto para cualquier ocasión.
Y no eramos Otelo y Desdémona, 
porque nuestros ojos no sabían mentir
sólo sabían querer y sufrir.


Pero tu amarillo se mantenía siempre igual
un dorado tan particular
una miel anhelada por miles de abejas
pero en la que sólo yo me bañaba
tus ojos eran mi guarida de ámbar
y guardaban mi corazón de todas las palabras.